La imagen fue elocuente y simbólica: Franco Mastantuono se presentó en Valdebebas con dos horas de antelación, como ya había hecho en sus primeros entrenamientos, y se tomó tiempo para atender a los aficionados y firmar autógrafos.
Al mismo tiempo, Rodrygo, con su futuro en el aire y el Manchester City al acecho, no respetó la hora fijada por Xabi Alonso y llegó tarde a la sesión. Dos gestos opuestos que, en el día a día de un vestuario profesional, dicen mucho más que cualquier titular.
La diferencia no es anecdótica. Puntualidad, actitud y disponibilidad son variables que Xabi y su cuerpo técnico valoran en la rutina diaria. La pretemporada es el laboratorio donde se calibran compromisos y responsabilidades; y en ese laboratorio, quien llega antes para trabajar y atender a la afición da señales claras de implicación, mientras que un retraso cuando el club marca la pauta se interpreta —con justicia— como falta de alineamiento con la exigencia colectiva.

Dos gestos, dos señales
La llegada temprana de Mastantuono refuerza una idea: el jugador quiere ganarse su espacio desde la conducta, además del rendimiento. Firmar autógrafos y estar disponible para la afición suele ser leído como un acto de respeto hacia el club y la masa social; es una forma de ganar crédito fuera y dentro del vestuario.
Por el contrario, la tardanza de Rodrygo, aunque pueda estar explicada por motivos personales o logísticos, se produce en un momento delicado para el brasileño: su rol con Xabi está en evaluación y el mercado lo observa.

Que el City esté al acecho añade presión a la ecuación. Cuando un futbolista tiene opciones reales de mercado, el cuerpo técnico valora no solo su calidad sino también su actitud frente a la competencia interna. Llegar tarde no ayuda a construir la narrativa de entrega que Xabi demanda y que el club necesita cuando busca soluciones rápidas y coeficientes de fiabilidad.