LA CONTRACRÓNICA: Enviado especial en Liverpool:
Visitaba el Real Madrid en la noche de ayer uno de esos templos del fútbol que permanecen ajenos al paso del tiempo. Y es que en un panorama en el que los estadios buscan cada vez tener más aspectos futuristas, Anfield sigue siendo lo que era y lo que siempre ha sido. Y eso es precisamente lo que hace de él un estadio tan especial.
Una atmósfera que se siente desde el primer minuto en el que uno pisa Anfield Road. La hilera de bufandas rojas que precede a lo que uno está cerca de vivir cuando alcanza los aledaños del estadio. Y en Dinastía Blanca, hemos tenido la suerte de poder cubrir un evento de tamaña magnitud en vivo y en directo.
Y yo personalmente, como el afortunado que ha podido vivirlo, puedo afirmar que todo lo que se cuenta sobre Anfield es cierto. Sin embargo, si la sensación al adentrarse en Anfield Road ya impacta desde el minuto 1, lo que se vive dentro del estadio va un escalón más allá. Y como todo el mundo imaginará, el You’ll Never Walk Alone es una de esas cosas por las que merece la pena pagar una entrada.

El ambiente ensordecedor de los reds es tal que ni siquiera se alcanza a escuchar que la persona que tienes al lado te cuenta lo impactante que está siendo. Un himno coreado por 60.000 personas que pone la piel de gallina a cualquiera, simpatice o no con el equipo que vio crecer a los Beatles. Y esa conjura previa al encuentro solo es la antesala de lo que se vive después.
Que la afición del Liverpool es intensa es algo que sabe cualquiera que haya visto un partido del Liverpool por la tele. Sin embargo, cuando estás dentro del estadio, la sensación es de estar en un coliseo romano. Una afición que grita cada córner, cada balón recuperado o cada balón despejado como si fuera un gol en el descuento. Y tal vez en Anfield comprendemos un poco lo que sienten los rivales en el descuento cuando el público del Bernabéu retuerce el pulgar hacia abajo.
En el día de ayer, nuestro Madrid fue sometido por un equipo que fue mejor desde el minuto 1 hasta el 90. Y como para no serlo, si, desde que el árbitro pitó el comienzo del partido, jugaron 11 de blanco con 60.011 de rojo. Como dice el himno, el Madrid, cuando pierde de la mano. Y la grandeza siempre reconoce a la grandeza.

Y si en algo se parece el Madrid al Liverpool, más allá de tener un número considerable de Champions League en las vitrinas, es no solo en ser uno de los mejores equipos de Europa, sino también en tener una de las mejores aficiones. Y aunque ayer en Dinastía Blanca lo sufriéramos, es de justicia reconocer que es una de esas experiencias que se viven una vez en la vida.

