Para entender el arbitraje de González Fuertes ayer en el Santiago Bernabéu ante el Granada, nos tenemos que trasladar al año 2022, donde el asturiano arbitró un Celta de Vigo – Real Madrid en Balaídos.
El equipo blanco ganó por 1-2, y González Fuertes señaló tres penaltis a favor del Madrid, todos ellos claros, por lo que no se equivocó.
Lluvia de críticas
Sin embargo, la prensa gallega se encargó de cargar contra el árbitro asturiano, incluso el diario Marca, que dicen que es madridista, puso en su portada «lo que le espera a González Fuertes…», dando a entender que pitarle tres penaltis a favor al Madrid, aunque sean claros, tiene sus consecuencias.
Y así fue, el colegiado estuvo en la nevera un par de semanas y sin arbitrar al equipo blanco durante más de un año.
Esto demuestra que no hace falta ir con un maletín para que el árbitro arbitre de una manera u otra; simplemente, si arbitra un partido que no es del gusto de sus jefes, lo meten en la nevera y no arbitra a los equipos grandes durante una temporada, con todas las implicaciones que eso conlleva, como la falta de repercusión internacional.
No es de extrañar, por lo tanto, los arbitrajes que sufre el equipo blanco con los Hernández Hernández y los Martínez Munuera de turno, porque ya saben a lo que se exponen.
Por eso, no sorprende el arbitraje de ayer de González Fuertes en el Bernabéu, que parecía que llegó predispuesto a provocar a Bellingham para ver si podía ponerse la medalla de ser el primero en expulsar al inglés.
Por suerte, el jugador se contuvo ante las provocaciones del colegiado, que dejó de señalarle dos penaltis clarísimos y de pitarle faltas clarísimas que le hicieron. El estamento arbitral actual, de la mano de Medina Cantalejo, sigue las mismas directrices de la época Negreira y Sánchez Arminio. No se puede seguir así; el arbitraje español necesita una limpieza total.
Foto: AP