El pasado mes de septiembre de 2024, Vinícius Júnior estuvo en boca de todos en plena lucha contra el racismo sistemático que llevaba varios años sufriendo en prácticamente todos los campos de España, tras denunciar que, si la situación del racismo en España no funciona, tal vez sería conveniente cambiar la sede. Unas declaraciones que abrieron la caja de los truenos.
En ese momento, prensa y aficionados de otros clubes volcaron su ira contra el futbolista brasileño, sin poder llegar a entender cómo se atrevía a tildar a España de país racista. Sin importar que, en las declaraciones, Vini hacía hincapié en que se trataba de un grupo pequeño pero ruidoso, asegurando que no consideraba que la mayor parte de España fuera racista.
El fútbol español termina dando la razón a Vinícius
Poco importaba el contexto de las declaraciones del astro brasileño si con estas daba a todos sus detractores el pretexto perfecto para continuar su discurso de odio. Un discurso que se remonta a los primeros pasos de Vinícius en el fútbol español, en el que aterrizó con tan solo 18 años, momento desde el cual se convirtió en el foco de todos los insultos. En sus primeros partidos, cuando la pelota no entraba, se burlaban de él. Cuando la pelota comenzó a entrar y ya no había argumentos deportivos con los que atacarle, cualquier otra excusa valía.
Al principio, porque Vinícius bailaba al marcar un gol. Después, porque Vinícius respondía a los insultos de los aficionados. Más tarde, porque Vinícius perdía tiempo. Y así, una larga sucesión de excusas que han sido más que suficientes para que el brasileño se convierta en el foco de todas las críticas. Y en cuestión de solo dos años, LaLiga ha recogido más de 30 denuncias por agresiones racistas contra Vini. ¿Las consecuencias? Ninguna.

Más allá de los casos más sonados, como aquella infame jornada en Mestalla, o el día en el que los ultras del Atlético de Madrid ahorcaron un muñeco con su camiseta, todos los insultos se han saldado con absoluta impunidad para los protagonistas de los insultos. No importa que, por ejemplo, las cámaras de Movistar + captasen a un aficionado en el Reale Arena haciendo evidentes gestos de mono cuando el brasileño pasó delante de él. Primero paz y después gloria.
Y es que desde aquel episodio en Mestalla, los abusos racistas han sido recurrentes y reincidentes. No importa el rival o el estadio, prácticamente en todos los estadios, Vini es el foco de todos los insultos. Cuando no es porque le llaman mono, es porque le desean la muerte, entre una interminable retahíla de insultos que el brasileño tiene que soportar cada vez que sale a un terreno de juego.
Señalados en el caso de los abusos a Vinícius
Ahora bien, la responsabilidad no recae únicamente en aquellas personas cuyo objetivo principal semana tras semana es ir a un estadio de fútbol a insultar a un chaval de 24 años. Estigmas de una sociedad poco civilizada siempre existirán, y no se puede hacer nada por evitarlo. Ahora bien, cuando Vini está recibiendo abusos por parte de la afición rival durante 90 minutos, y colegiados como Munuera Montero deciden no recoger en el acta los insultos, el foco se sitúa un poco más allá de los aficionados.
Un Comité Arbitral que no solo no protege a Vinícius del mismo modo que protege a otros futbolistas, sino que pone el foco sobre él. Las dos expulsiones en Mestalla después de un espectáculo dantesco de insultos y patadas son el claro ejemplo de ello. Unas actuaciones que lanzan un mensaje al aficionado racista: ir a insultar al fútbol no solo es gratis, sino que tiene premio.

Un foco que no solo se dirige al estamento arbitral. Los medios de comunicación, que deberían hacer eco de todos los abusos que Vinícius ha recibido desde que puso un pie en España, no solo no lo hacen, sino que dan la vuelta a la tortilla. Sin ir más lejos, Manu Carreño, después de un encuentro liguero en el que el brasileño se enzarzó con la grada tras una interminable sucesión de insultos, no dudó en poner el foco sobre Vini: “Si hubiese que votar un trofeo en La Liga al jugador más irrespetuoso con los jugadores rivales, con la afición rival y con los árbitros, lo ganaría de calle Vinícius”.
Un modo de actuación que también siguió Juanma Castaño, presentador de uno de los programas deportivos con mayor tirada nacional, también culpó al brasileño de la situación. Y lo hizo después del encuentro de Champions League frente al Atleti. Misma afición que lo recibió al grito de “Vinícius chimpancé” y que, como hemos dicho antes, ahorcó un muñeco con su camiseta. En ese momento, no consideró necesario denunciar la situación.
Algo que sí que hizo después del encuentro, tras el que Vinícius respondió a los 120 minutos de insultos tocando el parche de las 15 Champions de su camiseta. Un acto que, ahora sí, fue considerado un auténtico despropósito por el presentador: “Vinícius no tiene solución. Seguro que en la grada le dicen cosas feas, pero tú estás en otro papel. Si hay gilipol*** en la grada, no puede convertirse en un gilipol***el que está en el campo”.
Porque sí, para algunos es más grave sacar lustro a un escudo que las agresiones racistas. Ese es el nivel. Tal es la situación, que incluso llega a asustar la doble vara de medir en lo que puede terminar convirtiéndose en un discurso muy peligroso. Un discurso capaz de obviar todo tipo de mofas, insultos y agresiones racistas con tal conseguir la validez necesaria, por peligroso que esto sea.
Del mismo modo, asusta también el hecho de que a un grupo de gente le parezca más grave un gesto a la grada que un muñeco colgado de un puente. Una situación que está cerca de su límite, y que está alcanzando una dimensión que trasciende lo deportivo. Por el bien de todos los actores implicados, conviene que este conflicto nunca traspase lo futbolístico, porque si un día ocurre, todos ellos serán cómplices y verdugos de una persecución que han validado, promovido y justificado.