Nada más acabar El Clásico el pasado sábado en Montjuïc, con victoria del Real Madrid por 1-2 gracias a los goles de Bellingham, el vestuario azulgrana se convirtió en un auténtico polvorín tras las declaraciones del jugador alemán Ilkay Gündogan.
Al finalizar el partido, Gündogan declaró que no había venido al FC Barcelona para perder partidos como este. Expresó su sorpresa por el hecho de que muchos de sus compañeros no estuvieran tristes en el vestuario y que no hicieran ninguna autocritica, sin citar nombres de compañeros.
Además, mencionó que venía de un club con más exigencia y no entendía el comportamiento de algunos de sus actuales compañeros.
Todo indica que Gündogan está arrepentido de fichar por el Barcelona, según se deduce de sus palabras. Es posible que el jugador alemán tampoco haya entendido las palabras de su técnico, Xavi Hernández, quien dijo tras la derrota que habían dado un paso adelante. Tales declaraciones solo podrían provenir de un club considerado como «segundón».
Es evidente que en el club azulgrana no están acostumbrados a que un jugador hable tan clara y públicamente. Ayer, en la gala del Balón de Oro, se produjo otra escena que refleja el mal ambiente en el vestuario blaugrana.
Cuando la expedición barcelonista se disponía a hacer una foto a su llegada a la gala, Gündogan se marchó, dejando perplejos al presidente Laporta y a Alejandro Balde, quienes mostraron asombro y no entendieron lo que estaban viendo. La derrota en el clásico ha afectado gravemente al ambiente en el vestuario culé, que se ha convertido en un auténtico polvorín.