El Real Madrid volvía al Santiago Bernabéu con un objetivo claro entre ceja y ceja: aumentar la brecha con el Barça en una noche de sábado en la que el conjunto blanco recibía en su feudo a un siempre incómodo Valencia, que llegaba al estadio blanco con la intención de volver a asaltarlo, como ya hicieron la pasada campaña.
Un encuentro en el que la titularidad de Vinicius fue uno de los temas más comentados durante la previa del encuentro, zanjando así de una vez por todas toda la polémica en torno a lo acontecido en la victoria ante el Barça. Y con ello, Xabi puso toda la carne en el asador a falta de tres días para visitar Anfield, con la intención de elevar a 8 puntos la distancia con el Barça.
Y los de Xabi parecieron saltar al césped con la lección aprendida, ya que dominaron el encuentro desde el primer compás del partido. Un domino que, además, se tradujo durante esos primeros compases en una sensación de peligro constante sobre la meta de Agirrezabala, y en cuestión cinco minutos, primero Mbappé y después Valverde acariciaron el primer tanto.
Dos acciones que fueron solo el preludio de un primer cuarto de hora en el que el conjunto blanco parecía desatado, pues pocos minutos después fue Vinicius el que obligó a Agirrezabala a firmar una intervención excelente para mantener el empate a cero en el marcador, siendo un gran arranque por parte del conjunto blanco.

Tras un comienzo en el que el protagonista fue el gran arranque del conjunto blanco, la polémica no tardó en aparecer. Ocurrió en un córner en el que, tras una segunda jugada, la pelota golpeó en la mano de Tárrega, además de un doble agarrón sobre Bellingham y Mbappé. Una pena máxima que el colegiado no señaló en primera instancia, pero, previo paso por el VAR, terminó señalando, y, como de costumbre, Mbappé no falló desde los once metros para adelantar al Madrid.
Un tanto que hizo justicia a lo que se estaba viendo sobre el verde, pero, sin embargo, el Madrid quería más. Precisamente por ello, no bajó el pistón una vez por delante en el marcador. La sensación de peligro cada vez que asomaban hacia el área ché no se detenía, y todo parecía indicar que el segundo parecía muy cerca.
Dicho y hecho. En uno de esos ataques, fue Arda Güler el que desbordó por el perfil izquierdo. Y al levantar la cabeza, como ha venido siendo habitual durante toda la temporada, vio a Kylian Mbappé. Y haciendo gala una vez más de la indudable conexión entre ambos, el turco puso un balón con música que el francés solo tuvo que empujar con el meta visitante ya vencido, poniendo el segundo en su cuenta antes de la primera media hora.
El Madrid era un rodillo, y la zaga ché se derretia como mantequilla ante el machaque blanco. Y al borde del descanso, el conjunto blanco tuvo la oportunidad de ampliar a tres goles la ventaja, después de otro clarísimo penalti sobre Carreras. Mbappé, a pesar de tener el hat-trick a tiro, tuvo otro detallazo dejándole el lanzamiento a Vini. Sin embargo, Agirrezabala adivinó las intenciones del brasileño y detuvo la pena máxima.
Un hecho que provocó la mofa de la afición valencianista presente en el Bernabéu. Sin embargo, la risa duró muy poco en su barrio, ya que, en la siguiente jugada, Bellingham firmó un jugador que culminó con un derechazo desde la frontal ante el que nada pudo hacer el guardameta valencianista, para, ahora sí, poner el tercero en la cuenta blanca, y enfilar los vestuarios después de la mejor primera parte de la temporada.

Con el partido casi resuelto, y pensando en Anfield, Xabi movió el banquillo en el descanso, dejando a Güler y Tchoauméni en el banquillo, cambiando por completo la medular. Además de eso, el conjunto blanco levantó un poco el pie del acelerador y disminuyo el ritmo un par de marchas, pensando también en el encuentro de Champions.
Sin embargo, el Bernabéu, que había olido la sangre, quería más. Y también un insaciable Kylian Mbappé que parecía dispuesto a todo para firmar su hat-trick. Un logro que estuvo a punto de conseguir tras una gran carrera de Vini por la izquierda, que habilitó al francés el borde del área pequeña, logrando conectar un gran zurdazo que se topó con otro paradón de Agirrezabala.
Sin embargo, con el Valencia habiendo firmado ya el armisticio, y con un Madrid que tenía más que atado el triunfo, la mente dejó de estar en Madrid para trasladarse directamente a Liverpool. Y así quedó demostrado con la bajada de revoluciones protagonizada por los de Xabi desde el arranque de la segunda mitad.
Un hecho que obedeció a los que fueron poco a poco abandonando el campo. A los cambios del descanso se sumaron Huijsen, Vinicius y Mbappé, además de que Endrick disfrutó de sus primeros minutos de blanco de la temporada. Todo el pescado, ahora sí, parecía vendido. Pero aún faltaba alguien por sumarse a la fiesta.
Un invitado poco habitual que marcaba su primer gol con la camiseta blanca: Álvaro Carreras. El canterano y flamante fichaje se incorporó al ataque con un Valencia hundido, y, tras un recorte, no dudó en animarse con su pierna hábil. Pocos esperaban que su zurdazo fuese un misil a la escuadra, pero así fue, y Agirrezabala pudo hacer poco más que verla pasar.
Ese sí fue el último coletazo de un partido redondo para el Real Madrid, que pasó por encima de un Valencia que fue un simple títere en las manos de una máquina perfecta de jugar al fútbol. Cuatro goles, tres puntos, y la certeza de que el Madrid de Xabi es una máquina cada vez más engrasada. La próxima parada en la que demostrarlo, está clara: Anfield.

