El Atlético de Madrid ha desembolsado la friolera de 119 millones de euros en fichajes este verano, pero la euforia en la grada no consigue ocultar una realidad cada vez más incómoda.
Bajo la batuta de Diego Simeone, que se mantiene como el entrenador mejor pagado del mundo, el club rojiblanco ha reforzado casi todas sus líneas mientras sigue sin levantar un solo título en la pasada temporada.
Una inversión desmesurada
Las incorporaciones hablan por sí solas: Marc Pubill (12 M€), Álex Baena (42 M€), Johnny Cardoso (24 M€), Thiago Almada (21 M€), Matteo Ruggeri (17 M€) y Juan Musso (3 M€), además de Clément Lenglet a coste cero. Un desembolso que, en cualquier otro contexto, sería motivo de celebración, pero que en el Metropolitano suena a cortina de humo para desviar la atención de la sequía de éxitos.
Crisis de resultados e imagen
El año pasado, el Atlético no conquistó ni un solo trofeo, y su ridículo en el Mundial de Clubes —eliminación ante el Botafogo y goleada frente al PSG— dejó al descubierto la fragilidad de un proyecto que presume de fortaleza defensiva. Las críticas hacia Simeone son silenciadas por el poder mediático del club y por una directiva que sigue apostando a ciegas por un modelo agotado.

¿Más fichajes o soluciones reales?
Invertir 119 millones debería traducirse en un salto cualitativo, pero la sensación es que se han cubierto necesidades superficiales sin atacar los problemas de fondo. El centro del campo carece de creatividad, el sistema táctico parece estancado y la dependencia de jugadores como Griezmann o Oblak sigue siendo excesiva. ¿De qué sirve fichar a jóvenes promesas a golpe de talonario si no cambian la base del proyecto?
El Atlético de Madrid afronta, de nuevo, una temporada con grandes expectativas de inversión y pocas certezas deportivas. Simeone continúa al frente con un contrato glorificado por sus éxitos pasados, pero la exigencia de la afición ya no tolera largas rachas sin trofeos. Los 119 millones pueden maquillar resultados a corto plazo, pero el verdadero reto será demostrar en el campo que esta lluvia de millones no ha servido solo para tapar vergüenzas.

